Con una estructura tipo Pulp Fiction de historias engarzadas, El Callejón de los Milagros (Jorge Fons 95) presenta a partir de un juego de dominó en una mesa de cantina, diferentes personjes e historias anudadas como después lo hará Amores Perros y como lo hizo en 1950 el director japonés Akira Kurosawa en Rashomon. Aunque en ese caso las historias no son exactamente iguales pues los narradores mienten y no se sabe quién dice la verdad. De cualquier modo a esa estrategia narrativa se le conoce como "Efecto Rashomon".
Entonces en El Callejón de los Milagros empezamos con Rutilio, dueño de una decadente cantina en el centro de la Ciudad de México y a quien ya no le gusta coger con su esposa y prefiere a los jovencitos. Cuando su hijo, Chava, se madrea al Jimmy, el amante del papá, es cuando realmente arranca la historia central de la película que es la relación entre Alma y Abel. Tan es así que la homosexualidad de Rutilio, cuya esposa califica en un principio como una tragedia, deja de importar. La esposa sigue con Rutilio como si nada, igual que sus amigos; el Jimmy desaparece y no volvemos a saber de las pasiones homoeróticas del cantinero. Lo que ya está muy exagerado es que el hijo que estaba tan en contra de la homosexualidad del padre y que tiene que irse a Estados Unidos huyendo de la furia del papá, y también porque no sabe que pasó con el Jimmy, si lo dejó vivo o muerto, pues le pone a su hijo Rutilio, y regresa tan campante al final a ver al papá como si nada hubiera pasado.
Pero bueno, eso era el pretexto para que veamos que Abel, el enamorado de Almita es tan fiel, noble y buen amigo, que interrumpe la pachequiza que se está poniendo con ella, que por fin le está haciendo caso, parece que ahora sí se le va a hacer a Abel después de tanto tiempo, cuando llega Chava, le dice que se vaya con él al gabacho y Abel se va.
¿Entonces no la amaba?
Sí pero Chava le hizo ver una cosa: Para andar con ella "en serio" necesitaba más dinero.
Porque Alma es como una mercancía en aparador. De hecho por andar viendo los aparadores de joyas del negocio de Don Fidel acaba siendo comprada. En una situación de cazadora cazada don Fidel le regala unos aretes "de Pakistán" y va con la Chata, la mamá de Alma, a pedirle que le de a su hija como esposa.
Aquí la película deja ver su origen, una historia del egipcio Naguib Mahfouz, pues algo así quizá podría suceder en El Cairo en los años cuarentas, en donde se sitúa la historia original. Los matrimonios forzados, incluso de niñas, son algo que sucede en comunidades marginadas de México, pero ya parece que una chilanga de los noventas se va a casar con un viejo sólo porque su mamá se lo ordena. Eso y el detalle de que las joyas que regala Don Fidel son de Pakistán le dan un aire oriental a la historia.
Alma quiere perder la virginidad y para eso Abel resulta demasiado ñoño, lo que a Alma no le gusta. Además ella, y su mamá, quieren dinero. Parece que a Alma le conmueve el enamoramiento de Abel pero no es que ella lo ame. Al menos no tanto como para llevarle la contraria a la mamá cuando le dice con quien casarse.
Don Fidel se muere antes de la boda y entonces llega el fresa del mal Jose Luis que un día ve a Alma parada en la calle con su amiga Maru y se la acaba llevando.
No podía ser un fresa del bien porque si un wey del barrio está enamorado de una mujer, el fresa sólo puede quererla como prostituta. Llamémosle el "Efecto Peña Nieto" el Presidente que según la imaginación popular sacó a su esposa de un catálogo de prostitutas. Se nota que demasiados weyes caritas y con varo le han bajado la vieja a tantos mexicanos que el inconsiente nacional prefiere suponerlos malvados a todos. Y quiere vengarse aunque sea a través de interpósitas personas.
Y no habrá milagro que cambie el destino de Alma y Abel porque en este callejón de los milagros lo único milagroso es el dinero: Abel realmente nunca tuvo una oportunidad, pues no había sistema de apartado para Alma, a la solterona Susanita el dinero la lleva al amor. Ella misma lo dice: gracias a que le prestó dinero a Chava, este estuvo dispuesto a hacerle "el favor" y eso, dice ella, le abrió la puerta del amor. Aunque ese fue sólo un primer pago, luego tuvo que darle más a Güicho que se casó con ella. La relación de Rutilio con el Jimmy parece la típica de sugar daddy con chavito sin lana y además, cuando Alma desaparece hasta la mamá parece tomarlo con calma, no como si hubiera perdido a una hija, más bien como si le hubieran robado una cosa. Una que el pobretón de Abel le estaba "mosqueando". Eso dice la mamá, la Chata, que Abel era como una mosca sobrevolando el producto a la venta.
Maru la amiga de Alma, y después Chava, saben donde está ella y no le dicen a la mamá. Como si la Chata no pareciera tan angustiada como para decirle donde está su hija. O como si no tuviera caso pues como ella ya no iba a poder ofrecer a Alma a algún viejo billetudo pues ya ni importancia tenía.
Es muy notorio este desinterés, tanto así que Abel al enterarse de la desaparición de su prometida pregunta porque no la están buscando, porque están todos tan tranquilos.
Me parece que El Callejón de los Milagros es en el fondo una historia anacrónica aunque traiga ropajes nuevos, como vieja que quiere engañar vistiéndose a la moda. Lo de moda es por supuesto el efecto Rashoman que Quentin Tarantino acababa de poner de moda cuando salió por primera vez El Callejón de los Milaros. También la tolerancia en el callejón con la homosexualidad de Rutilo. La primera reacción del hijo y la esposa es muy negativa pero luego se les pasa. Además un policía comenta que su esposa le fue infiel con desinterés como de swinger. Y se fuma mariguana, algo todavía con aire liberador en los noventas.
Pero tenemos una protagonista que parece no tener capacidad de decisión, hace lo que le dicen. Nadie estudia, Alma y Maru como que deberían ir a la prepa o algo así pero su educación no es tema. Y aunque el centro de la Ciudad de México es un lugar que parece atrapado en el pasado ni ahí ni en otra zona de la ciudad se podría encontrar en los años noventas un burdel como el del proxeneta Jose Luis, como de principios del siglo pasado. Los burdeles con pianista han de haber desaparecido con Agustín Lara décadas antes.
Agreguésele la música y la dirección de arte tan apolilladas. En México si estamos atrasados, pero tampoco tanto.

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