viernes, 26 de septiembre de 2025

Charlie K, Tyler el ejecutor y el casino de Trump


En Snake Eyes (Brian De Palma 1998) una conductora de televisión en Atlantic City habla de una gran pelea de box que está por comenzar mientras los vientos de la posverdad rugen con fuerza, tanto así que hay un huracán, y ella dice que hay un huracán pero la obligan a decir que es una tormenta tropical. 

No es de extrañar, la pelea será en una arena propiedad de un empresario de hoteles y casinos que al parecer está inspirado en Donald Trump, de hecho parte de la película está filmada en el Taj Mahal de Atlantic City, un casino que en ese entonces era de Trump. Y el huracán no es un huracán cualquiera, es el huracán Jezabel, como la revista feminista que, de broma, hizo que unas brujas le hicieran maldiciones y conjuros a Charlie Kirk dos días antes de su asesinato. Entonces este personaje basado en Trump, dueño del lugar y organizador de la pelea, llega con su amigo Charlie Kirk. Perdón Charlie Kirkland, mientras todos en la arena gritan ¡Tyler, Tyler, Tyler! pues el boxeador favorito es Tyler, "El Ejecutor", una extraña coincidencia considerando que el asesino de Charlie Kirk se llama Tyler. Y que en la película Charlie Kirkland acaba con una bala en el cuello.

El asesinato es ordenado por este empresario casinero, que se apellida Powell en la película, y estaba a cargo del almirante Dunne (Gary Sinise), un mairno supuestamente disciplinado, leal, honesto, incorruptible, y fiel a su esposa. Pero en realidad un corrupto asesino.

El héroe resulta ser el policía local de Atlantic City, el detective Rick Santoro (Nicholas Cage), un tipo corrupto, infiel, egoísta, parrandero y jugador, que sólo ve por si mismo y que es amigo de Dunne.

Al final la verdadera pelea de box no es entre el campeón de los pesos pesados Tyler y su retador mexicano José Pacífico Ruiz, pues esa pelea estaba arreglada a favor del mexicano. Pero después Dunne hace que Tyler se madreé a Rick Santoro para que diga donde está Julia, una mujer con documentos que afectan a Powell. Pero Santoro no se dobla, quizá porque antes habló con Tyler que aceptó que la pelea estaba arreglada y le contó que, tras perder su honor dejándose ganar, ya no sabía ni quien era. Como si Santoro siguiera el viejo código de la mafia italiana, podía hacer lo que fuera menos matar mujeres.

Al final, como se lo advirtió Dunne, toda su corrupción sale a relucir y pierde a la esposa y hasta a la amante.

Pero Santoro no pierde su alma y además logra lo que más quería: Salir en televisión para así meterse en la política. Sí, es corrupto, transa e infiel pero como sabemos en estos tiempos eso no es un gran problema político.  

Y además, como hemos aprendido los mexicanos, los que tienen fama de honestos, como los almirantes de la marina por ejemplo, resultan ser los peores.


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