lunes, 23 de septiembre de 2024

Ciudad mounstruo

En La Guerra de los Mapaches (Isao Takahata 1994) los mapaches de los alrededores de Tokio acostumbrados a vivir en un mundo rural de sembradíos, bosques, templos y casas rústicas de campesinos, se enfrentan al crecimiento de esa ciudad, que al menos en esta historia pasa de ser la víctima de los kaijus: Godzilla, Mothra, Rohan, Godzuki y demás creaturas de la radiación y las explosiones nucleares para convertirse ella misma en la mala de la película.

Los mapaches tienen un superpoder, pueden transformarse en lo que quieran. Bueno no todos los mapaches, unos no.

Usan ese poder para provocar algunos accidentes pero piensan que eso no va a parar a los humanos así que se concentran en espantarlos transformándose en toda clase de cosas de espanto del folklore japonés. También los mapaches machos pueden inflar sus testículos hasta formar grandes bolsas voladoras en las que se elevan para atacar. Y siempre se les ven sus huevos pero nunca sus pitos.

Tokio sin embargo es una ciudad dura. Como dice un mapache maestro de la transformación que habían mandado traer de muy lejos, Tokio era realmente mala pues de donde él venía la gente habría salido huyendo con mucho menos.

En el fondo es una derrota de la vieja religión, los viejos mitos, hay hasta una escena donde el mismísimo Buda se sorprende del megadesarrollo urbano que destruye el hábitat mapache.

Y hay un tema relacionado, la madurez. Para sobrevivir al final los mapaches deben transformarse en humanos y así vemos a uno que ahora anda en el metro cargando un portafolio y se pregunta como los humanos pueden soportar eso.

Los mapaches se supone que son muy alegres y despreocupados, son como niños.

Todo acaba cuando este mapache-humano se encuentra a unos mapaches-mapaches cantando y bailando y deja su forma de humano trajeado y se les une.

Quizá perdieron por ser mapaches sin pitos lidereados por ancianos, el mero mero es un monje de más de cien años y los maestros que mandan llamar incluyen un mapache de 999 años, otro que se muere de viejo en plena batalla y otro ya se había muerto desde la posguerra de la segunda guerra mundial, andaban atrasados de noticias estos amigos y muy necesitados de un relevo generacional. Una líder muy importante es una abuela mapache que no los deja reproducirse ¿A quién se le ocurre no reproducirse en medio de una guerra? Lo de no tener pito resulta harto significativo. 

El triste final se suaviza con una última escena donde los mapaches cantan una canción que dice que siempre alguien se acordará de ti en el lugar de donde vienes. O sea no en la malvada y moderna Tokio donde te toca ser adulto, donde nadie cree en los viejos cuentos y nadie te conoce.

 


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