viernes, 4 de octubre de 2024

Moneando con las vestiduras del Mercedes

Perdidos en América (Albert Brooks 1985) es una road movie mucho más famosa de lo que imaginaba. A mí la película se me quedó grabada pero pensé que era una de esas cosas que uno ve en la tele y nadie más sabe de ella. Y no, Perdidos en América tiene 95% de aprobación en Rotten Tomatoes, está en listas de las mejores comedias de todos los tiempos y se ganó un premio al mejor guión de la asociación de críticos de cine de Estados Unidos. Además está en la colección de Criterion.

Es una comedia - drama basada supuestamente en el caso de la vida real de una pareja de yuppies de clase media, aburridos de sus vidas, que lo dejan todo y se lanzan a la carretera en una casa rodante a encontrarse a si mismos y vivir la vida como "easy riders". Eso lo repiten varias veces, que su guía es la película Easy Rider.

Toda la historia está llena de referencias a otras películas. Empieza con la cámara recorriendo la casa de la pareja, los Howard, mientras de fondo se oye a Larry King entrevistando a un crítico de cine.

Y un momento muy importante es cuando David Howard le dice a Linda, su esposa, quien después de perder todos los ahorros que tenían argumenta que para encontrarse a uno mismo hay que vivir sin tomar en cuenta el dinero, que los personajes de Easy Rider vendían cocaína.

Perdidos en América es como una respuesta, una crítica, a la cultura bohemia de los sesentas, como un yuppie de los ochentas, de la época de la chica material y el neoliberalismo, diciéndole a un hippie idealista, de amor y paz: "¡Sí, pero tú vendías cocaína!".

Sin embargo los Howard, yuppies sin vicios, tienen otras dependencias. Para su viaje compran una casa rodante que consume tanta gasolina que no pueden ir muy lejos después de que Linda pierde casi todo el dinero. Los coches son otro tema omnipresente, a David que es publicista le dicen que va a trabajar en la cuenta de Ford y un tipo le hace una canción a Ford con la música de New York, New York. En su viaje por América parece que ponen a propósito muchas refinerías de fondo y Howard, que quería comprarse un Mercedes antes de que, por no recibir un ascenso que esperaba decidiera dejarlo todo, acaba aspirando como perro el aroma de las vestiduras del Mercedes de un tipo que le pregunta una dirección.

La historia presenta la supuesta búsqueda de si mismos que emprende la pareja como una rabieta, un berrinche de David porque no le dan su ascenso. Tal vez ellos no aman su trabajo pero aman gastar dinero y tras demostrarse a si mismos que no era simple cobardía lo que les impedía salirse del sistema vuelven al redil.

Un mensaje muy materialista, pero en una cosa tienen razón: Ningún dealer tiene porque ser ejemplo de espiritualidad. Así sea un easy rider.

 

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