Lo de menos es el cambio de sexo en Emilia Pérez, lo que es verdaderamente de llamar la atención es como este "Manitas del Monte", capo mexicano high-tec y Don Corleone wannabe pues es de llamar la atención como más de cincuenta años después de El Padrino, el cine sigue poniéndonos mafiosos que quieren ser Marlon Brando con las mismas poses y movimientos lentos de Vito Corleone.
Y que también hace las ofertas que no se pueden rechazar del siciliano, eso de "saber lo que tienes que hacer es aceptar hacerlo".
Pues este mafioso pasa a ser una mujer más bondadosa y sufridora que las más bondadosas y sufridoras protagonistas de las telenovelas mexicanas clásicas.
Como ya todos sabemos el pene es el origen del mal y por lo tanto ese diálogo de la película que dice que cambiar el cuerpo (de sexo) es cambiar el alma y es cambiar a la sociedad es sabiduría pura, profunda y popular.
Pero aún así cuando Emilia se pone a llorar y pedirle perdón a Jessi, que le acaba de cortar o mandar cortar tres dedos es como demasiado. Quizá ya se empezaba a acostumbrar a que le cortaran apéndices del cuerpo pero híjoles...
Aún así la historia no deja de plantear un problema cósmico, metafísico. O quizá sólo médico: ¿Cómo acabar con el mal si los penes se necesitan para hacer humanos? Emilia agarró a los hijos de Manitas del Monte, que no hay que olvidar, era otra persona. Pero entonces Jessi, la mamá, se los quiere llevar, y ante la perspectiva de no tener con quienes jugar al xbox como que se le quiere meter el Manitas del monte. Ese portador de pene es el único que puede ayudarle a seguir teniendo hijos.
Por suerte cuando le cortan los dedos el demonio de manitas parece quedar exorcizado.
Humildemente propongo que se empiece a hacer la secuela de esta película, pero en Colombia, y que se llame "Sin penes no hay con quien jugar al xbox".
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