En La Sustancia podemos ver una especie de conflicto madre - hija estilo complejo de Electra y también un conflicto mujer - hombres; en varias escenas de hecho aparecen hombres (en plural) uniformados y hostiles, tal y como suele aparecer el animus femenino. Es decir la imagen de lo masculino en las mujeres según Jung. Que es hostil en este caso.
Pero el conflicto central en La Sustancia es otro. Es algo que hace pensar en la crisis de los opioides. Estas drogas que empezaron a recetarse legalmente para aliviar el dolor. Y entre los opioides está el fentanilo.
Elizabeth entra en contacto con la sustancia en un hospital. Esta sustancia funciona de varias maneras como una droga. Para empezar, al menos de entrada hace sentir bien a Elizabeth. Ella en su "mejor versión de sí misma" es muy feliz. Como si se hubiera dado un pericazo o como su anduviera en tachas.
Y empieza a excederse en la dosis.
Esta mejor versión de ella, digamos la versión que abusa de las sustancias, empieza a comerse a la persona, que para evitar la realidad prefiere drogarse y se forma un círculo vicioso. Hasta que la droga de tener efectos placenteros, que viene siendo cuando a Sue se le empiezan a caer los dientes y las uñas. Se siente mal como en una resaca o con síndrome de abstinencia y corre a la droga pero la droga ya no la hace feliz, sólo la deforma. Como dice la canción de los Caifanes dedicada según se dice al crack o piedra:
"Piedra, déjame piedra
no me deformes más
déjame como estoy"
Los adictos al fentanilo suelen hacer movimientos grotescos y por la falta de higiene y cuidado se enferman de cosas que van destruyendo/deformando su cuerpo. Les dicen zombies y los zombies son monstruos.
Claro que la sustancia puede funcionar también como metáfora de otras cosas que se pueden conseguir en los hospitales como cirujías plásticas o antidepresivos.
Pero lo que me parece más interesante de todo es el escenario de la película. Elizabeth/Sue vive en una especie de jaula. La directora Coraline Fargeat no deja de hacer tomas de largos pasillos, rectos o curvos. No es necesario forzar mucho las cosas para imaginar que ella vive en un laberinto de largos pasillos que tiene en un extremo el estudio de televisión, en donde a ella la ven, y en el otro la sala de su casa, que es como un mirador para que ella vea. ¿Pero qué ve?
Parece que todo el tiempo está viendo la televisión. Incluyendo infomerciales. Chatarra. Hace televisión chatarra y ve televisión chatarra. Entre una y otra cosa ve su imagen colgada en los pasillos del estudio, en su casa y hasta en anuncios espectaculares. En un momento dado tapa el ventanal a través del cual puede ver hacia afuera con periódicos. En los que ha visto el anuncio del casting para sustituirla en la tele. Hay dos tomas que enfatizan su encierro aún más: Una en la que la cámara le ve desde lo que parece una rendija del sistema de ventilación y cuando Elizabeth observa al vecino desde la mirilla de su puerta como si fuera un gato rondándola.
Y es un laberinto sin opciones. Sólo cuando tiene un accidente se le presenta una disyuntiva: Tomar la sustancia o no.
Es el laberinto sin salida de la imagen. Pero hay baños en esta jaula y tienen un significado especial. Así como en la vida real podemos tener un poco de privacidad, estar solos y vernos al espejo en el baño, en La Sustancia la protagonista se enfrenta a la verdad en los baños. En uno escucha a su jefe decir de ella lo que él nunca le diría de frente. Y cuando Sue decide esconder a Elizabeth, para no verla en el baño, es cuando le empieza a hablar como si fuera otra persona y cuando empieza su caída.
Inclusive hay una toma en que la vemos al fondo de un pasillo pero un pasillo vertical, la vemos desde arriba como un científico viendo al ratón. Y ella está sentada en posición fetal sobre el piso del baño. Como verla en su verdad desnuda.
Creo que al final la moraleja de la historia es que el ratón en el laberinto de la imagen acaba por tomar las sustancias deformantes que salen del laboratorio. Está vulnerable, hasta un libro de cocina puede ser peligroso para él, como el que hace a Elizabeth comer sin control. Su único refugio es aferrarse a su verdad, esa que se aparece por los baños.
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