viernes, 26 de julio de 2024

Un paseo por las catacumbas de la taquería del mal

Lowlife (2017 Ryan Prows) nos da buenas razones para pensar que "el monstruo", el luchador mexicano protagonista de esta película de bajo presupuesto quería ser en realidad el santo, pues se supone que es un luchador mítico. Pero conseguir los derechos de el santo es muy caro así que tuvo que ser el monstruo.

El monstruo sin embargo es barato y no sólo por lo del presupuesto. Para empezar es chaparro, al contrario de su padre y su abuelo, los monstruos que le anteceden y cuyos zapatos no puede llenar. Lo peor de todo es que los anteriores monstruos eran vengadores, defensores de los mexicanos, pero este monstruo en vez de hacer eso tiene un trabajo vergonzoso e indigno que consiste en llevar a los clientes con las mujeres que su gangsteril jefe gringo fuerza a prostituirse. Convirtiéndose así en un auténtico monstruo de los sotanos de la taquería angelina donde su jefe, y suegro,  tiene su negocio de prostitución y robo de órganos. Un taquero macabro. Pero gringo.

Tras una historia rocambolesca tipo Tarantino - wannabe, y sin embargo no carente de interés; en un elei underground que además de bajos y siniestros fondos taqueros está poblado de inmigrantes ilegales, adictos, exconvictos, delincuentes, gente que vende a sus hijas y quienes les roban sus órganos. Y con una mexicanidad extraña, llena de mitos pero intensificados en la que no se puede no cumplirle un deseo a una quinceañera, o quitarse una máscara de luchador una vez que uno se la pone. Al final el monstruo decide que dejarle su máscara a su hijo sería dejarle una carga, como la que a tenido que cargar él, inferior a su padre y a su mito. Siendo un supuesto héroe que defiende a los oprimidos que en el camino se pasó del lado del opresor/explotador por más que venda tacos. Como suele suceder.

Así que mejor le deja la máscara para que ayude a los mexicanos a un gringo. Mismo que necesita la máscara y el mito para tapar la suástica en su cara, que debió tatuarse para sobrevivir en la cárcel. Pero que ya habla de México como su tierra ancestral. Y al final opresores y libertadores quedan todos enmascarados y confundidos por igual.

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