A Sangre Fría (Richard Brooks 1967) está basada en la novela de Truman Capote del mismo nombre, novela considerada la obra maestra fundadora del género del True Crime.
Novela pero no de ficción sino novela/reportaje sobre el asesinato de una familia de Kansas.
La película para empezar es una joya de estilo, el cine negro en todo su esplendor. Fotografiada por Conrad Hall, considerado uno de los más influyentes cinefotógrafos de la historia y musicalizada nada menos que por Quincy Jones. Sí el que acabaría siendo súperfamoso productor de ente otros Michael Jackson. Ahí nomás. Acá el señor Jones musicaliza casi todo con jazz. Como debe ser.
Y antes de entrar a la trama... hay una miniserie de los noventas basada en el mismo libro y con el mismo nombre. Pero no le llega ni a los talones a la película del 67.
En resumen se puede decir que la película presenta toda la historia del asesinato de la familia Clutter y el posterior ahorcamiento de los criminales como un tremendo y terrible accidente.
Como si el tren y el camión que al arranque de la película se ven avanzando en la noche rumbo a Kansas se estrellaran uno contra otro. Lo que no sucede, pero en el camión iba Perry (Robert Blake) el exconvicto mitad cherokee, veterano de Korea, adicto a las aspirinas, con las piernas cosidas con gruesas cicatrices de heridas que le impiden caminar bien y que sueña con ver su nombre en alguna marquesina de Las Vegas y ganarse la vida cantando y tocando la guitarra. Pero se topará con Dick (Scott Wilson) con quien estuvo encarcelado y que tiene un plan para robar la caja fuerte que, según le dijeron, había en la granja de los Clutter.
Aquí la psiquiatría hace el papel de juez de última instancia. Una sociedad siquiatrica de Kansas, a la que se le agradece en los créditos iniciales, había publicado unos meses antes del asesinato de los Clutter que los homicidios sin aparente explicación, como el caso Clutter pues al final Perry y Dick sólo se llevaron 40 dólares y un radio, eran cometidos por gente con el perfil exacto de Perrry.
Y Perry fue quien se escabechó a los Clutter en un arranque de locura. Porque estaba loco.
Pero el plan del robo fue de Dick, y según una explicación oficial de algún experto de la policía, ninguno de los dos habría cometidpo el crimen sólo. Fue la combinación de ambos lo que resultó mortífero.
Así que según estas explicaciones uno acabaría ejecutado por loco y el otro por juntarse con él. Y por no hacerle caso, pues Perry quería quedarse en México buscando el tesoro de Hernán Cortés y Dick insistió en regresar a Estados Unidos donde los iban a atrapar.
También se presenta otro punto de vista a través del policía a cargo de la investigación cuando le dice a un periodista que los periódicos siempre empiezan por pedir que se despida a los policías por no encontrar alos responsables y cuando los agarran los acusan de brutalidad y acan descubriendo que los criminales estaban locos.
El caso es que unos matan por 40 dólares y acaban ejecutados por un verdugo que cobra 300 dólares por cada condenado que ahorca mientras alguien lee la biblia. De la que seguramente también le habrán enseñado algo a Perry las monjas con las que vivió en un orfanatorio y que odiaba tanto que, por lo que cuenta, fueron las primeras en volverlo loco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario