domingo, 8 de enero de 2023

El justiciero bobo

 


Un tipo con la vida más aburrida del mundo, cuyo trabajo consiste en vigilar las cámaras de seguridad de una tienda, decide convertirse en superhéroe para hacer algo importante. ¿Pero qué se puede esperar de un tipo que regaña a la gente por fumarse un porro o por beber en la calle? ¿Qué se enoja si una cajera de la tienda le dice que ha estado haciendo su trabajo, vigilar las cámaras de seguridad, pues él se ha quedado dormido? Porque para él eso es una afrenta. Pues puede esperarse que lo manipulen, por tonto. Como en su primer "gran golpe" a unos traficantes de poca monta, que resulta que la chica que lo engatusó a hacer eso sólo quería vengarse de uno de ellos que era su exnovio. Ahora va a hacer algo más grande, rescatar a unas chicas encerradas en un prostíbulo. Pero no está seguro si hay tales chicas o si es otra mentira. 

A mi esta historia me recuerda el caso del gringo que llegó armado a una pizzería de Washignton D.C. a rescatar, según él, a los niños que estaban encerrados ahí por una red de pedófilos. Y no cualquier red de pedófilos, sino de los pedófilos liberales superpoderosos que dominan a Estados Unidos y el mundo supuestamente. O sea que por estar pegado al monitor, como el Capitán Carver, las teorías conspirativas le comieron los sesos. Y creyó saber hasta en que pizzería estaban encerrados los niños. 

El mismo caso de tantos quijotes de la actualidad, a los que ahora no les secan la cabeza los libros sino el internet. La mayoría sólo luchará con molinos de viento en las redes sociales, pero nunca faltan los loquitos que llevarán su política extremista, de cualquier signo; izquierda o derecha da igual, al mundo real. Y que en el fondo su problema es el mismo que el del Capitán Carver: Que su vida es demasiado aburrida.

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