domingo, 7 de diciembre de 2025

Carta de odio a Superman


Es tal la cantidad de ataques a Superman en Hollywoodland (Allen Coulter 2006, guion Paul Bernbaum) que parece que los creadores de la película tenían un agravio personal con este personaje o más probablemente con las películas de superhéroes. Como que han de haber rechazado proyectos suyos para mejor hacer una película de superhéroes o algo así. También la Metro-Goldwyn-Mayer sale raspada pues aquí el jefe de ese estudio en los cincuentas sale de cornudo y asesino. 

Pero eso no es nada comparado con lo que pasa con Superman. Se supone que George Reeves, el actor que interpretó al hombre de acero en los cincuentas detestaba ese trabajo y al personaje. Que a todo mundo le parecía un trabajo y un personaje despreciable. La amante de Reeves, cuando él la corta, le dice que es para lo único que sirve. Que la gente se mofa de Reeves cuando sale en algún otro papel, por ser Superman. Y que ya no le quieren dar trabajos de actor por lo mismo.

Pero la serie de Superman, en la vida real, era muy popular. Ah pero sólo entre niños y gente que no podía salir de su casa según le espeta a Reeves su amante Toni Mannix, en el mismo diálogo final. Y qué niños, uno de ellos le quiere disparar con una pistola para ver si de verdad le rebotan las balas. La amante de plano le acaba dando a Reeves una pistola para que se protegiera de los fans. Pero eso no sirvió porque según Hollywoodland, Reeves se acaba suicidando por haber salido de Superman.

Y Hollywoodland pretende ser todo lo contrario de una película de acción: Seria, artística, sutil, con extraordinarias actuaciones, profunda. Pero no le sale. Para empezar Adrien Brody, que interpreta al detective Simo que se supone está investigando la muerte de Reeves, como de costumbre está sobreactuado. El tipo pretende que cada una de sus miradas, de sus movimientos, cada gesto, cada palabra que dice sea lo más inteligente, lo más cool, una pinche obra de arte cada vez que mueve un dedo. La exageración empieza desde su vestuario y peinado. Todos los demás policías o detectives que aparecen en la película salen con el pelo corto, y saco y corbata como en los cincuentas. Menos el detective Simo. En los cincuentas alguien con esa imagen sólo podría pasar por proxeneta.

Y el guion, es tan sutil que primero se vuelve confuso, empezando cuando vemos que Reeves no se suicidó ni lo mataron sino que fue un accidente. Sólo más adelante se entiende que es una de las posibilidades que Simo maneja en su cabeza. ¿Y cómo sabe él al final que se suicidó? Pues por sus poderes mentales, paradójicamente el filme antisuperhéroes nos dice a través de las supermiradas del superactor que Reeves se suicidó. Y también porque capta sutilísimos detalles en una película casera de Reeves. Caray ni Superman con sus superpoderes podría detectar la verdad de ese modo.

El final de sutileza exquisita es también totalmente absurdo. Se hace un paralelismo entre la película casera de Greeves y una película, también casera, de Simo, en la que él juega con su hijo y después de verla va con su hijo. Un final feliz, una reconciliación, pues la última vez que había visto a su hijo, Simo había llegado borracho. Pero Simo había llegado borracho por la culpa que le provocaba que un cliente suyo había asesinado a su esposa. El cliente lo contrataba para conseguir pruebas de que ella lo engañaba. Simo sabía que no era cierto, ella no lo engañaba. La propia esposa y la asistente de Simo le decían que ya no siguiera con eso, que le dejara claro al cliente que su esposa no le era infiel, pero Simo decía que mientras el cliente pagara él no pararía.

Entonces se supone que lo de Simo y lo de Reeves son cosas paralelas. Uno pudo haber evitado un asesinato y no lo hizo y el otro salía de Superman. Pero Simo tendrá otra oportunidad y Reeves no porque que grave salir de Superman. 

Que mamada.


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