martes, 17 de diciembre de 2019

The Courier: El magnate y la repartidora


Al contrario de como aparece en todos los posters, con traje de cuero negro, en la película The Courier (La Mensajera) el personaje de Gary Oldman se viste con un estilo muy diferente: Batas de seda, suetercitos y camisas formales. Y eso que casi todo el tiempo está en su domicilio, un elegante apartamento en un edificio muy alto y antiguo con vista al central park. Se supone que es un peligroso criminal de los bajos fondos de Nueva York pero... si no nos lo dijeran lo único lógico sería suponer que es un millonariazo que hizo su fortuna en Wall Street o algo así. De hecho hay una escena en el que su hija dice que su padre construyo todo eso, y está en el edificio con vista al central park, de la nada. Lo típico que a los empresarios les gusta que se diga: que construyeron un imperio de la nada. Y los policias que se supone lo vigilan en su arresto domiciliario más bien parecen sus mayordomos, ridículamente serviles. Como si en vez de ser un criminal de los "slums", los barrios bajos, que se supone que es lo que es, fuera un magnate de los bienes raíces estilo Donald Trump, que además al igual que Trump, confía en su hija más que nadie. O como el célebre Jeffrey Epstein, amigo de Trump que fue a dar a la cárcel porque eso sí, este wey, de los bajos o de los altos fondos, es un criminal, de eso no queda duda pues la película se trata de que este tipo tiene comprada a la interpol y la policía en Londres, para que maten al único testigo de un crimen que puede llevarlo a la cárcel.

Así que mientras este sujeto oye música clásica en discos de acetato, lo detuvieron en misa por cierto, una mensajera/ repartidora lucha por salvar al testigo con el que las circunstancias la juntaron. Por suerte para el testigo ella resulta ser una exmilitar desertora de la guerra de Siria. Como es desertora ha eliminado su antigua identidad para que no la agarren, así que no tiene ninguna documento oficial de identidad, nadie sabe su verdadero nombre, no tiene pasado etc. Lo que haría muy difícil que trabajara de repartidora en cualquier negocio formal, en realidad como que sólo podría trabajar en algo medio clandestino. Repartiendo drogas por ejemplo. Y el millonario debajo de su parche pirata tiene un rostro deformado, un ojo vacío que contrasta con toda la elegancia a su alrededor. Cuando se quita el parche es como si viéramos el verdadero rostro del poder económico, que claro, tiene a la policía a su servicio. Quienes se enfrentan a los dealers por cierto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario