viernes, 2 de julio de 2021

En la espesura de la noche de los caifanes


Lo de las diferencias sociales me parece que es apenas la primer capa de esta gran película del 67: Una pareja de fresas, pijos o fifís pasan una noche con 4 personajes marginales. Hay un personaje representante de todo lo establecido, el arquitecto Jaime de Landa, Paloma su novia rebelde y los caifanes, cuatro sujetos que parece que ni nombre tienen, sólo apodos. Algo muy apropiado para establecer las diferencias en esta historia basada en los diálogos y el lenguaje. Como podía esperarse de un guión que parte de un texto del novelista Carlos Fuentes y de un director y un elenco dedicados al teatro. De hecho el grupo estaba ensayando para una obra de teatro y de un día para otro cambiaron a ensayar para la película.

Pero lo del lenguaje no es sólo una cuestión formal o de estilo. La película empieza en una fiesta elegante en donde sólo se escuchan frases huecas y palabras rimbombantes. Paloma pide que le traigan un diccionario rápidamente. Nada tiene sentido. Después chocando con los elegantes y sus palabras llegan los caifanes que hablan en doble sentido, caló, albures, palabras de chicanos o de jerga carcelaria. Pero también con algo de poesía. Y a Paloma le gusta como hablan, dice que hasta parece que cantan.

Más que un contraste entre clases sociales el contraste es entre la norma y sus transgresores. Para eso claro, sirve que el arquitecto cuadrado sea rico y los transgresores personajes populares. Además de que siempre será popular criticar al rico.

También está el tema sexual y la película es del 67 en plena revolución sexual y juvenil. Pero desde el principio se pone el tema del lenguaje al centro. Y claro, la historia no es de amor y ni siquiera se ve a Paloma besándose con el estilos, el caifán con el que se va a solas. Y si se trataba de elevar a los de clase baja por sobre el novio elegante hay inconsistencias: Los caifanes le roban su guitarra a un ciego, o sea que no son tan buenos; Jaime de Landa es el único que se arriesga a ir por ayuda, delatándose, para salvar al azteca de morir asfixiado. Al final cuando lo acusan de cobarde saca un buen argumento: Ustedes no tienen nada que perder y yo sí. Y después de advertirles que con denunciarlos (Su palabra si vale, con la ayuda de su dinero, pero vale) puede acabar con ellos, los caifanes ya no hacen nada. Y establece cuál es la diferencia entre él y ellos: El tiene un nombre, ellos sólo apodos.

Y falta lo principal, tiene razón de sospechar de los caifanes porque hablan en doble sentido. El le habla en inglés a Paloma para que ellos no entienden y ellos hablan con palabras en clave. Con palabras coloridas pero en clave. Paloma no se queda con los caifanes y todos le cantan al amor pero este no se aparece. En cambio la muerte a la que invocan sí los escucha y les da un buen susto. Y está el personaje de la prostituta, una catrina huesuda, novia del capitán gato, que da la vuelta con ellos en la carroza fúnebre.

Al final Paloma deja a Jaime representante del mundo de las palabras sin sentido, pero tampoco se queda con los caifanes que sólo representan negación. Aquí no hay para donde hacerse. O como dirían los otros caifanes "Mátenme porque me muero", frase que parece sacada de uno de los parlamentos del azteca en esta película.


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