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lunes, 2 de diciembre de 2024

En la bola más vale soldadera que esposa


La Cucaracha (Isnael Rodríguez 1959) caminaba de hombre a hombre. También le decían "la rodadora", por lo mismo, por rodar de uno a otro. Era una soldadera y estaba con los villistas. ¿Porqué? Porque no tenía ni veinte pesos. Cuando quiere comprar un rebozo y le dicen que cuesta veinte pesos contesta que si los tuviera no andaría en la bola.

Ella es el genio militar de la historia. Mientras que el coronel Zeta hecha discursos a la tropa, la cucaracha sabe que eso no sirve de nada y le dice al coronel que los juanes* sólo necesitan mezcal para matar.

A la hora del combate, la tropa, que incluye hasta niños que Zeta sacó de la escuela por la fuerza, no quiere pelear. Se sienten en desventaja y piensan que el coronel está loco. Unos planean rendirse y hasta matar a Zeta. Entonces la cucaracha reparte alcohol, marigüana y mujeres y la tropa se anima y gana la batalla.

Otro diálogo entre la cucaracha y otra soldadera revela esta visión cruda de la verdadera razón de la lucha. Dice la cucaracha que "aquí el que no mata se muere" y la otra soldadera remata: "o no come, que es peor."

Frente a esta visión tan etílica/alimenticia que tienen las soldaderas sobre la revolución mexicana está la visión religiosa de Zeta. Según él, la revolución se trata de morirse. Lo repite a lo largo de la película. ¿Y para qué? para que cuando ya se mueran todos los que se necesiten morir, los que queden regresen a trabajar la tierra para que no haya tierras ociosas. Puede concluirse, según lo que dice el coronel, que la revolución es un gran sacrificio humano en contra de las tierras sin cultivar.

Parece una idea sacada de algún culto o rito agrícola.

Pero también según Zeta la revolución da la oportunidad de demostrar que se es hombre o muy hombre o más hombre que otros. Los retos a muerte son para a ver quién es más hombre. Aunque entonces hombría resulta ser lo mismo que puntería. O suerte.

Pero también las mujeres, como la cucaracha e Isabel, su rival, se agreden diciendo que son más mujer que la otra.

El género aquí no es sólo cuestión de matar, también cuentan la ropa y las funciones: cuando la cucaracha está vestida de militar dice que no es mujer, que es un soldado. Y cuando va a lavar ropa al río le dicen las otras que ya es mujer otra vez.

Y sin embargo este cambio de la cucaracha que pasa de ser mujer a soldado y de regreso, que pasó a ser parte del mito de María Félix, no es lo principal de la historia.

Lo principal es la lucha de la cucaracha con Isabel (Dolores del Río) por el coronel Zeta. Frente a la "rodadora" está la esposa que se convierte en viuda devota. Que acusa a la cucaracha de ser lo peor, lo más bajo, mientras que para esta Isabel es sólo una hipócrita mosca muerta que no sirve ni para animar a algún juan.

Al final, la cucaracha acaba siendo una madre devota que usa rebozo e Isabel se vuelve soldadera. Pero la cucaracha acaba teniendo un hijo de Zeta, que se muere. O sea que acaba siendo la "ganadora". 

Sólo que Zeta, representante de el "ideal revolucionario" y de la "hombría" es un hipócrita, que por lo que se ve alegremente le daría las nalgas a Francisco Villa. Esto por supuesto no es lo explícito de la historia o del personaje. Se supone que es "tan hombre" que Isabel dice que es el único hombre ahí, que está lleno de hombres. A pesar de que por su culpa mataron a su marido. A pesar de que ella le rogó por él.

Pero Zeta deja a la cucaracha porque por su culpa tuvo que matar al anterior amante de esta. El, que mandó sacar a los niños de la escuela para llevárselos a los balazos. Que estaba friegue y friegue con que había que morirse por la revolución. Uno de sus soldados le dijo a una madre que su hijo ya estaba en edad de morirse.

Ah pero que matar por la revolución estaba bien, pero por una mujer no, esos muertos lo espantan. En otra escena manda sacar a todas las mujeres del cuartel sin razón.

Yo digo que era puto.

* En la revolución mexicana los que peleaban en ella decían que andaban en "la bola".
* En la revolución les decían juanes a los soldados.

domingo, 28 de enero de 2024

La Fiesta de las Balas


Así le puso Octavio Paz a la revolución mexicana y no se me ocurre una mejor descripción de ¡Vámonos con Pancho Villa!, la tercer película de la llamada trilogía revolucionaria de Fernando De Fuentes (Aquí está la entrada sobre las dos primeras películas). La película está llena de jolgorio, música y borracheras. Al parecer la música era muy importante en la División del Norte, en una escena le avisan a Villa que van a fusilar a unos músicos que capturaron y el general se opone y pide que los integren a un batallón, le contestan que ya todos tienen orquesta (y si no me equivoco le dicen que algunos hasta más de una) entonces Villa responde "Pues fusílenlos entonces para que me preguntan." Les encanta cantar una canción que dice: "Si me han de matar mañana que me maten de una vez". La actitud ante la muerte de los personajes es extraña: En una escena van a ahorcar a un tipo y este está como si nada. Más adelante en una cantina deciden jugar una especie de ruleta rusa con una pistola, aventándola al aire a ver aquién le toca el balazo, y le da a este mismo personaje que en vez de ver si un doctor lo puede salvar decide darse un tiro. Como que la fiesta de las balas tiene algo de suicidio colectivo, podría ser también "La fiesta de los lemmings", por los animales noruegos que a veces corren en masa a ahogarse.

Por lo menos en esta historia cualquier ideal de justicia queda muy en segundo plano. Lo importante es demostrar que se es bien macho y al igual que en la primer película de la trilogía, El Prisionero 13, no hay nada peor que mostrar temor ante la muerte. ¿Pero demostrarle a quién? En este caso el macho alfa es el General Francisco Villa, que aparece con porte de que vende barbacoa los domingos. Al principio pensé que era una mala actuación o un personaje mal delineado pero más adelante queda claro que se trata hacer una crítica a la violencia y por lo tanto ese Villa que parece tan común y corriente le viene bien a la historia.  

De hecho desde los créditos iniciales el director nos recuerda que al nismo tiempo de la revolución mexicana, en Europa rugía la primera guerra mundial, y advierte que nadie debe pensar que el salvajismo es una cosa mexicana. Y se vió leve porque para empezar todos los combatientes en la película son hombres, en realidad en la revolución pelearon muchos menores, por poner sólo un ejemplo de salvajismo que no suele salir en la historia y las películas.

Los protagonistas son seis tipos que salen de un pueblo para unirse a los villistas con alegría de niños que escapan con el circo. Al final sólo quedan dos que por la diferencia de edad podrían ser padre e hijo y el muchacho, "becerrillo" se enferma de viruela así que a su amigo le ordenan quemarlo, para lo cuál primero lo tiene que matar. Y la puntilla se la da Villa que ni siquiera se le quiere acercar por aquello del contagio como si el chiste fuera ser valiente sólo si están involucrados Colt o Smith & Wesson y frente a las demás muertes y muertos sólo se les corre, que esos no están invitados a la fiesta de las balas.

Lo que recuerda que en la primera guerra mundial se consideraba particularmente malas las muertes por armas químicas, que pues sí, es morir como mosco, y como dice un personaje en esta película él quiere morirse echando balazos. ¿Pero no dejan de ser muertos no? Que se haga esa diferencia hace pensar que no son los hombres los que bailan con cartucheras y los que suben con alegría carnavalesca a los trenes que los llevan al combate sino que son las cartucheras las que bailan con ellos y que la muerte es la verdadera maquinista de los trenes, que por cierto son otros protagonistas importantes de estas películas, tanto así que en el Compadre Mendoza la historia se inventa un ferrocarril en el estado de Guerrero, que estoy casi seguro nunca ha habido. Supongo que sin trenes en la revolución no habría sido posible movilizar a todos los impacientes por morir.

En la última escena el tren se lleva a los villistas a la batalla de Zacatecas  y dejan al único sobreviviente de los seis que salieron del pueblo de San Pablo. Villa le ordena quedarse ahí pero él empieza a caminar de regreso decepcionado.

miércoles, 17 de enero de 2024

El alcohol no tiene la culpa


“El Compadre Mendoza” es una verdadera obra maestra. Aunque fuera solamente por la fotografía es una cosa impresionante, fantástica. Pero es mucho más que fotografía, las actuaciones, especialmente Alfredo del Diestro en el papel de Rosalío Mendoza, un pícaro y alegre hacendado es sensacional cada vez que aparece en pantalla y la dirección de Fernando De Fuentes no parece un trabajo de 1933, su estilo se antoja muy vanguardista para esa época.

Y el guión que incluye personajes y escenas geniales como la mujer sordomuda que es la que se entera de todo primero, o el asistente borrachín del compadre Mendoza.

Además el tema de la película tiene una curiosa relevancia en estos tiempos por la violencia y el ambiente político que tenemos en el país.

Rosalío Mendoza es un hacendado que se hace amigo de un general zapatista, de hecho de un hermano del mismísimo Emiliano. Tan amigo que este general acaba siendo padrino de su hijo.

Pero un chiste que recorre la película es que en su hacienda cambian un cuadro de Emiliano Zapata por uno de Victoriano Huerta o de Venustiano Carranza dependiendo de quién los visite pues Don Rosalío tiene amigos en todos los bandos.

Esas escenas hacen que la hacienda de Rosalío parezca una oficina de gobierno cualquiera, y por eso es tan chistosa, pues como todos sabemos los burócratas y funcionarios suelen poner imágenes del Señor Presidente de la República donde este aparece como prócer máximo de la patria. Y en el momento en que cambia el Presidente cambian el cuadro por el del nuevo líder eterno.

Sin embargo esta mutabilidad no es, obviamente, exclusiva de los burócratas, sucede también entre los ricos como el compadre Mendoza o el empresario de la vida real Ricardo Salinas Pliego, que al principio del actual gobierno se declaraba enemigo de los fifís. Por poner sólo un ejemplo.

De hecho uno de los personajes más famosos de la literatura mexicana, Pedro Páramo nada menos, era también un hacendado que durante la revolución se aliaba con los rebeldes para protegerse. Y claro, esas alianzas también pueden traer buenos negocios.

Y obvio, andar jugando con dos o más cachuchas tiene sus riesgos, al hacendado Mendoza casi lo fusilan y cuelgan. Una situación que en estos tiempos debe darse cada día entre los que lidian con diferentes grupos del crimen organizado.

Un detalle interesante es que supuestamente después de que los zapatistas le ponen dinamita al tren en donde va la cosecha de maíz de Rosalío, este queda en la ruina porque además sus negocios en la Ciudad de  México están quebrados. Apenas en la escena anterior en la que se habla de dichos negocios estos iban viento en popa. Es un cambio brusco y sin explicación. Pero si sus negocios en la ciudad no se hubieran arruinado su traición Don Rosalío sería aún peor, traicionaría al compadre que le salvó la vida por más dinero simplemente y no para evitar la bancarrota. Se le podría así dar una lectura más política al asunto. Quedó al final el tema de la traición más abstracto, más en general y no como un juicio a un hacendado y con él a su grupo social y al gobierno, aunque de todos modos les queda el sanbenito, sobretodo porque el régimen posrevolucionario mató a Zapata a traición.Y también en una hacienda. Pero así la historia se va más por el lado de presentar al tipo que para salvarse traiciona al amigo que le salvó la vida, al que además adoraban su esposa y su hijo. Y para meter a Jung al análisis, esta esposa representaría jungianamente el anima, es decir el alma de Rosalío. 

Curiosamente esta historia funcionaría perfectamente como una precuela de la anterior película de Fernando De Fuentes, El Prisionero 13. En esa película Arturo Del Diestro interpreta a un coronel alcohólico que se lleva pésimamente con su esposa con la que tiene un hijo. Puede uno imaginarse que lo que le ofrecieron al compadre Mendoza fue darle un puesto en el ejército; en tiempos de la Revolución, muchos se volvieron hasta generales sin una carrera militar previa. Y que entonces es la misma persona unos años después. Entonces en esa película ella lo deja y se lleva al hijo. Años después hay un intento de revuelta y los soldados al mando de este coronel toman presos a los rebeldes, cuyo líder es interpretado por Antonio Frausto, el mismo actor que interpreta al general traicionado por su compadre Mendoza. La mamá de uno de estos presos soborna al coronel para que libere a su hijo. Al coronel se le ordena fusilar a los rebeldes y para que no se den cuenta que soltó a uno de ellos pide que agarren a otro para fusilarlo en su lugar. Agarran a su hijo sin que él se de cuenta y la cosa está a punto de terminar en tragedia griega, cuando de repente resulta que todo fue una especie de alucinación o sueño del coronel que en ese momento decide dejar de beber. Lo cuál es totalmente absurdo pues una cosa es ser borracho y otra ser un desalmado que ordena matar a un inocente para ocultar su corrupción. Por otro lado aunque llevado al extremo, como se hace en el género de la tragedia, perder al hijo después de perder a la mujer es lógico. Y funciona perfecta la historia como continuación de El Compadre Mendoza, pues al general rebelde lo querían mucho la esposa y el hijo y a este antes de fusilarlo el líder rebelde interpretado por Frausto lo trata de consolar.

Además no se entiende bien si la historia fue un sueño o alucinación del coronel, esa escena está mal hecha y al parecer lo que pasó fue que los militares se enteraron que El Prisionero 13 los hacía ver mal y le ordenaron al director Fernando De Fuentes que la cambiara, porque él quería que fuera una tragedia estilo Esquilo.

Que por cierto en ese entonces el líder de los militares y del país no era el Presidente sino el "jefe máximo" Plutarco Elías Calles, que alguna vez ordenó fusilar a unos borrachos por no acatar sus reglas draconianas contra el alcohol cuando fue Presidente Municipal de Agua Prieta, Sonora..  

 

lunes, 18 de febrero de 2013

La revolución ya huele a naftalina

Los Miserables es una antigüedad. Empezando claro, por la música. Independientemente de gustos, no se puede negar que la música de Los Miserables no es muy actual que digamos. O sea, es una película que la hubieran podido hacer hace muchos años y no el año pasado y ni quien se diera cuenta. Pero creo que más allá de la música o de la época hay una cuestión de fondo, creo que esta idea de la revolución y de los estudiantes que toman las barricadas ya está caduca. En la película se mezcla a la redención revolucionaria con la religiosa, algo que por supuesto es una contradicción. Contradicción que supongo hace aceptable la historia para la audiencia conservadora. Y claro, también con una "redención" amorosa. Pero independientemente de eso yo creo que el modelo revolucionario de estudiantes y barricadas ya está agotado. Los últimos movimientos estudiantiles que hemos visto como el "OccupyWallStreet" o los indignados de España no han logrado mucho, si es que han logrado algo. En el movimiento que me tocó de cerca, el YoSoy132 de México, noté una aire muy como de revival del 68. Es decir algo como de repetición consciente. Y como dijo Marx, en la historia los hechos y personajes suelen repetirse, la primera vez aparecen como tragedia y la segunda como farsa. Ah y claro, también están las revoluciones en el mundo árabe impulsadas por fundamentalistas religiosos, como antes había sucedido en Irán. No es que yo esté en contra de los cambios, pero creo que el viejo modelo revolucionario ya no da más. Y creo que es una de las razones por las que Los Miserables a tantos nos puso a dormir.