domingo, 24 de febrero de 2013

El huevo de la serpiente


Película del 77 del director sueco "super culto" Ingmar Bergman, que representa una rareza en su carrera pues se considera a El huevo de la serpiente su único intento de hacer una película taquillera, inclusive podría decirse que hollywoodense pues aunque fue filmada en Berlín con algunos dialogos en alemán (A dónde Bergman se había ido pues en Suecia lo buscaban por evasión de impuestos), la película la produjo nada menos que Dino de Laurentiis. Y, si eso suena raro, el estelar es verdaderamente bizarro: David Carradine, mejor conocido como el maestro Kwai Chang Caine de la uberpitera serie de televisión Kung Fu. Actor y maestro del arte del churro, ya homenajeado por Tarantino en Kill Bill y además autor de un libro de Selector de filosofía Kung Fu, que venden en los cajas de los Vips .

La película sucede en Noviembre de 1923 en Berlín, cuando Alemania tras ser derrotada en la Primera Guerra Mundial sufre una crisis económica devastadora y los nazis aparecen por primera vez en escena. El personaje de Carradine, Abel Rosenberg, es un trapecista de circo desempleado y alcohólico. Además americano y judío. Un día llega a la pensión en donde vive con su hermano Max y descubre que este se ha dado un tiro. Busca a la exesposa de Max, Manuela, (Liv Ullman, actriz fetiche de Bergman) que es otra ex trapecista ahora metida de cabaretera y prostituta y acaban viviendo juntos. Aunque sin que haya nada entre ellos. Al final Rosenberg descubre que la nota que ha dejado su hermano acerca de un envenenamiento a la sociedad se refiere a unos experimentos con humanos que están haciendo en un hospital. Dicho así, podría parecer que El huevo de la serpiente es una especie de thriller, pero no. Para empezar Bergman es un director que hace películas muy lentas y la película tiene muy poco de detectivesco y apenas alguna acción. Más bien la mayor parte del tiempo vemos a Abel y Manuela viviendo en un Berlin deprimente asolado por la pobreza. Con toques de color de cabaret y prostíbulo, aunque estos tampoco se ven tan alegres.


Y las actuaciones son como muy raras. El personaje de Carradine, al igual que los demás, es un tipo como inexpresivo, que hasta para hacer algo que debería ser tan impulsivo como aventarle una piedra a una ventana se toma mucho tiempo. Y está tan engarrotado que ni siquiera puede soltar un golpe cuando le pegan después de eso. Además sus movimientos corporales son como de títere. Pero estos personajes son inexpresivos la mayor parte del tiempo y luego tienen arranques descontrolados. Si a esto le agregamos que la película no tiene mucha música o sonido incidental el resultado es que el ritmo es en gran parte como de largos y lentos pasajes de silencio y lentitud, en los que uno se puede dormir, interumpidos por gritos destemplados y llanto.

Leí en alguna crítica que a Bergman le faltó hacer la conexión entre estos experimentos en un hospital y el hecho de que el campo de concentración de Auschwitz fue planeado o ideado por médicos. Suena como una idea interesante pero en la película estos experimentos no son lo central. Porque para los propios personajes encargados de los experimentos lo más importante es el surgimiento de Hitler. Y además se presenta al nazismo como la motivación principal de Rosenberg, de su miedo, de su ir y venir entre botellas y cigarros. El "escucha" una maquinaria, que simboliza lo que viene, que le destroza los nervios. La película se plantea, obviamente, como denuncia del nazismo y las condiciones de crisis que lo hicieron posible. Pero los personajes que hablan de Hitler lo hacen en términos apocalípticos o mesiánicos, como una cosa religiosa. Para bien o para mal. Y el personaje principal, a pesar de que este mal que está naciendo no lo afecta directamente, aparece ya destrozado por él, porque está desempleado sin necesidad pues le ofrecen trabajo y dinero. Y es alcohólico pero no lo era antes de llegar a Berlín. Y dice que probablemente se volvió alcohólico por sentir que en Berlin no lo quieren. ¿Pero si es americano porque no se va simplemente? Es como si el mesías del mal que surge lo destruyera por dentro y a la distancia.

O sea pura mitificación del nazismo que es lo contrario de lo que uno quiere hacer si se trata de analizar, o criticar o denunciar algo. Pero pues Bergman lo que hacía era películas sobre artistas, cirqueros, cabareter@s y sus demonios interiores y en este caso necesitaba meter un tema taquillero para juntar lana para pagar sus impuestos.

Eso sí la fotografía de Sven Nykvist, director de fotografía de cabecera de Bergman, y uno de los más famosos de todos los tiempos, es excelente. Y bueno, por lo menos Ingmar Bergman no hizo lo que Michael Haneke en La Cinta Blanca que ofrece desentrañar profundos misterios sobre el surgimiento del nazismo nada más como gancho para la taquilla y luego ni siquiera toca el tema.

1 comentario:

  1. Se le fue de las manos el texto fílmico a Bergman. Lo bueno es que nos pone a recomponer la historia, lo que a la larga fue su objetivo.

    Película tan tremenda como la historia humana pasada, la presente y posiblemente la que vendrá, aunque me considero una persona optimista. Estoy casi convencida, porque así lo indica la tendencia histórica, que la especie seguirá por esta tierra en condiciones distintas, potables, si es que quiere sobrevivir. Eso sí: que si nos cae un megameteoro, adiós mis flores.

    ResponderEliminar