martes, 20 de marzo de 2018

Rafael Bernal y cómo logró que los mexicanos no trabajaramos los 21 de Marzo


Rafael Bernal el escritor del famoso "Complot Mongol" formó parte de los sinarquistas, una organización ultracatólica y campesina descendiente de los cristeros. Llegaron a ser una organización muy grande y peligrosa. Ahora se sabe que querían matar al Presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946). Los sinarquistas estaban en contra, entre muchas otras cosas, de la separación Iglesia – Estado, de la educación sexual en las escuelas y del gobierno. Y como buenos mochos conservadores odiaban a Benito Juárez por imponer el laicismo.

Durante el gobierno de Miguel Alemán (1946 – 1952) un grupo de sinarquistas, después de su reunión anual de líderes, fueron al Hemiciclo de Juárez en la Alameda Central de la Ciudad de México a realizar un acto de protesta. Hubo algunos discursos y luego taparon la cabeza de la estatua del benemérito con una capucha negra. Fue un gran escándalo y varios de ellos fueron a dar a la cárcel. Incluido Bernal, que al parecer fue el de la idea. Existe todavía una fotografía del suceso donde se ve a dos hombres tapándole la cabeza a la estatua, frente a Bernal y otros miembros del grupo.

Como un acto de desagravio y para lavar la ofensa a Don Benito, el Presidente Miguel Alemán decretó que el 21 de Marzo sería un día feriado. Además de quitarle el registro al partido de los sinarquistas, llamado “Fuerza Popular”. Luego, magnánimamente, otorgó indultos a los acusados. Se dice que Bernal, que ya había estado en la cárcel antes, se negó a aceptar el indulto, porque estaba muy orgulloso de ser culpable de lo que se le acusaba. Pero el Señor Presidente lo había perdonado y no le estaban preguntando así que lo sacaron de la cárcel con todo y chivas, faltaba más.

Poco después de esto Bernal rompió con el sinarquismo al que acusaba de haberse olvidado de los campesinos, pues además de mochos los sinarquistas se suponía eran una organización agrarista; y de entregarse a los intereses de banqueros y grandes propietarios. Y al parecer esta crítica, por extraño que parezca, tuvo que ver con un hito de la literatura nacional, nada menos que con la primera novela de ciencia ficción mexicana.

Aunque Rafael Bernal es principalmente conocido por “El Complot Mongol”; considerada la primer “novela negra” publicada en el país y un auténtico bestseller mexicano, Bernal fue un escritor prolífico que dejó una vasta obra. Además de ser diplomático, periodista, productor de cine, empresario, gran viajero y doctor en letras por la Universidad de Friburgo, Rafael Bernal se dio tiempo de explorar diferentes géneros narrativos y también incursionó en la poesía, el teatro, publicó libros de historia, hizo guiones para radio y cine y hasta fue uno de los pioneros de la televisión.

“Su Nombre era muerte” una novela que publicó en 1947, es para algunos la primera novela de ciencia ficción publicada en México. Extrañamente la publicó la editorial Jus fundada por el padre de Salvador Abascal, el secretario de gobernación de Fox, el que se hizo famoso por criticar que en las escuelas se leyeran textos de Carlos Fuentes con escenas sexuales. Salvador Abascal padre era líder de la facción más radical del sinarquismo.

La novela se trata de un tipo que harto de la civilización y el género humano se va a vivir a la selva de Chiapas. Que por cierto Bernal también vivió en la selva de Chiapas sin que se sepa porqué. Ahí, en la selva lacandona, el protagonista, entre borracheras que duraban meses empezó a estudiar a los mosquitos que eran su azote: Contaba cuantos lograban picarlo y a cuantos mataba para saber cuántos debían morir por darle un piquete, juntaba los moscos muertos y los clasificaba en especies y así hasta que empezó a sospechar que los moscos estaban tan organizados como las hormigas o las abejas. Después empezó a estudiar sus zumbidos hasta descubrir que constituían un lenguaje.

Al final, por medio de los sonidos de una flauta logra comunicarse con ellos y descubre que los moscos tienen un plan para dominar a la humanidad. Llevaban años desarrollando enfermedades para atacar a los humanos y convertirlos en una especie de ganado que les darían sangre. Y aquí es donde, según Xalbador García un académico que ha estudiado la obra de Bernal, hay una serie de críticas en clave al sinarquismo pues resulta que moscas y sinarquistas estaban a las ordenes de un Gran Consejo. El sinarquismo supuestamente tenía sus propios órganos de dirección pero en realidad estaban a las órdenes de una organización secreta llamada “La Base” descendiente de las organizaciones cristeras. Y el máximo órgano de los moscos y de La Base tenían el mismo nombre: Gran Consejo. Y así como el Gran Consejo de La Base se había olvidado de los campesinos pobres, el Gran Consejo de las moscas era muy manchado con los moscos y moscas de abajo, los llamados recolectores, los que recolectaban sangre, claro.

La Base por supuesto hace pensar en el famoso “Yunque” la organización secreta ultracatólica que se supone opera, u operaba, a través de múltiples frentes, pues un yunque al fin y al cabo es una especie de base.
Y si ya resulta bastante paradójico que le debamos el día libre por el natalicio de Juárez, la primera novela negra y la primer novela de ciencia ficción a un mocho conservador, aunque sea un mocho conservador arrepentido, hay otra cosa de la obra de Bernal en donde el tiro salió por la culata. “El Complot Mongol” su archifamosa novela de la que pronto se estrenará su segunda versión en cine (la primera fue en los 70´s con Pedro Armendáriz Jr. en el papel del Capitán Filiberto García), es famosa porque el protagonista, Filiberto García, no deja de decir “Pinche”. Tanto  que acaba resultando muy chistoso. Sobre todo le encanta decir “Pinches muertos”. ¿Y a qué se dedica Filiberto García? ¿Es un policía, un pistolero? Según sus propias palabras: “Yo soy un industrial, me dedico a fabricar pinches muertos”. Pues de acuerdo al hijo de Rafael Bernal, su papá había puesto muy diversas groserías en la novela, pero como salió primero publicada en la Editorial Jus, que recordemos es católica, no podía decir tantas así que sólo puso pinche una y otra vez. Y pues pinche suerte que la novela se hace famosa por decir pinche.
Al final, en este mundo nadie sabe para quien trabaja.